Cuentos del Bicentenario

FESTEJANDO UN GRAN DÍA


Había una vez un señor llamado Joaquín, a él le encantaba decir las noticias, nunca descansaba hasta que dijera la última noticia del día.
Un día Joaquín se encontró con Juancito, el vendedor de velas y le dijo:
-¡Hola Juancito!¿Cómo te va?
-¡Muy bien! Sabes que me va muy bien vendiendo velas!
-¡Que bueno!¡Adiós!
Más tarde se encontró con Martín el aguatero.:
-¡Hola Joaquín!¿Cómo estás?
-Bien, hay noticias ¿Queres leerlas?
-No ahora no, gracias tengo que ir a llevar el agua a los vecinos.
-Cuando termine de trabajar volveré.
Esa noche los tres se reunieron en la pulpería a festejar el nacimiento de la Patria.


EL VENDEDOR DE VELAS

Llevaba sobre el hombro un palo largo o una caña, de cuyos extremos colgaban las velas por el pabilo. Recorría la ciudad ofreciendo su mercadería al grito de: ¡Velas!

¡Y todos lo felicitaban por poner las velas en todas las calles y le pagaban cada día que las ponía.

Su amiga que se llamaba Felicitas, que era multimillonaria, tenía una casa de dos pisos y viajaba todos los fines de semana por todas las provincias y siempre que volvía le traía un regalo a Juancito, el vendedor de velas, porque era su amigo. Juancito estaba muy feliz y se hicieron novios.

Jonathan, Martina, David y Melina

MARTÍN EL TRAPERO

Había una vez un señor llamado Martín que trabajaba de trapero.

Un día caluroso, Martín estaba trabajando mucho, en ese momento pasaba una señora y le preguntó:

-Martín ¿Puedes llevarme el 21 de junio a Corrientes?

-¡Sí! Claro –respondió Martín.

-¡Gracias Martín, muchas gracias!

Pasaron muchos meses y llegó el día 21 de junio. La señora se preparaba para el viaje y ya lo estaba esperando.

Cuando él llegó, viajó hacia Corrientes. Meses y días viajaron y al llegar al lugar, Martín descansó y luego regresó a Buenos Aires.

Maye, Gimena, Lourdes y Celeste


MARÍA LA LAVANDERA

María trabajaba lavando ropa sucia y lavaba en el río frío. Trabajaba y trabajaba sin dejar ninguna mancha. Una día le trajeron un saco de una persona muy importante que tenía una mancha y nadie la podía sacar. María refregaba y refregaba esa mancha en el río hasta que dejó el saco impecable. Todos se pusieron tan contentos que le agradecieron con oro. María estaba muy contenta y feliz por su lindo trabajo.

Ayelen, Micaela e Iván

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